de la escuela,
poniendo en el aire tibio
del abril canciones tiernas.
¡ Qué alegría tiene el hondo
silencio de la calleja !
Un silencio hecho pedazos
por risas de plata nueva.
Voy camino de la tarde,
entre flores de la huerta,
dejando sobre el camino
el agua de mi tristeza.
En el monte solitario,
un cementerio de aldea
parece un campo sembrado
con granos de calaveras.
Y han florecido cipreses
como gigantes cabezas
que con órbitas vacías
y verdosas cabelleras
pensativos y dolientes
el horizonte contemplan.
¡ Abril divino, que vienes
cargado de sol y esencias,
llena con nidos de oro
las floridas calaveras!
Lorca, 1919.
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