Una soledad tan pura
como el caer de la nieve;
un blancor divino, unánime,
un silencio permanente...
¡ Que todos estén muy lejos !
¡ Que yo mismo no me acuerde
de mí... Sólo el ideal,
con su avenida y su fuente.
- La fuente no saltará:
será un estasis perenne,
cual de un diamante atraído
por el sinfin del poniente;
poniente que no ha de abrir
rojos ni ardiente verjeles,
que que será una fantasía
toda en un blanco indeleble.-
¡Que nadie me venga a hablar !
! Que yo mismo no recuerde !
…Una paz tan tan suavísima
como el caer de la nieve.
Juan Ramón Jiménez, 1909.
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